Página 26 - RCMAGAZINE12

Versión de HTML Básico

26
O
pinión
L
a primera noticia de una llamada
“guerra del pan” en España la tuvimos
hace unos meses, procedente de Va-
lencia. Allí unos avispados empresarios es-
taban, decían, acabando con los negocios
tradicionales del pan en la ciudad y alrede-
dores por el sencillísimo método de poner
cada barra de un material blanquecino des-
conocido a un precio de pocos céntimos de
euro. Un precio, naturalmente, parejo al bare-
mo de calidad de los ingredientes y al amor
puesto en el proceso de elaboración, aunque
muy inferior a la cantidad de conservantes,
colorantes, estabilizantes y pesticidas con-
tenidos en una harina casi sintética, por no
decir acrílica. Esos avispados empresarios
supieron llegar al auténtico corazoncito del
español medio, a su auténtica alma colecti-
va: cualquier cosa vale si es gratis, hasta una
paliza. La calidad de las cosas siempre ha
tenido relativa importancia en España. Sólo
había que detectarlo y los panificadores sin
demasiadas manías éticas lo detectaron.
A esta clase de tipos en España los llaman
ahora emprendedores, y lo mismo valen
para hacer el pan más vendido que para fun-
dir cable de cobre robado.
Sin llegar a ese extremo valenciano, que
ha hecho parecer bueno al ya clásico “pan
de gasolinera” (pan a las ocho de la mañana
y soga para atarse los pantalones el resto de
la jornada y garrota para varear almendros al
día siguiente), se imponen en muchas ciu-
dades de España nuevos negocios de venta
de material económico con apariencia de
pan que, desde fuera, parecen inocentes o
incluso apetitosos.Y, por supuesto, todos “ar-
tesanos”. Empecé a desconfiar de la palabra
“artesano” el día que entré en una cadena
de zapaterías cuyo rótulo ponía este adjetivo
como apellido del supuesto fundador (“Fu-
lanito Artesano”) y no pude dar dos pasos
LO SABEN
D
ecidió casarse porque sentía cierto cariño hacia él, parecía
una buena persona, disponía de un puesto de trabajo y sa-
bía que estaba enamorado de ella. Era una forma de salir
de la casa familiar por la puerta grande, estaba segura de que el
amor aparecería en su totalidad y que llegarían los hijos para cerrar
el círculo familiar del amor.
Pero el camino suele tener curvas y altibajos que desmontan las
perspectivas y la lluvia benefactora no llega cuando se la espera.
Entonces surgen las desavenencias, el cariño ya no es suficiente an-
tídoto y, por el contrario, comienza a deteriorarse el amor. No nos da-
mos cuenta pero nuestras actitudes negativas siembran constantes
frustraciones que resquebrajan la esperanza y destruyen los afectos.
La mente infantil, dominada por las emociones, se impone a la
racional y amplía, cada vez más, las ac-
tuaciones y reacciones infantiles. Así, sin
darnos cuenta, vamos matando las ilusio-
nes y nos invade el desconsuelo. El amor
adulto no soporta las reacciones pueriles,
las pataletas y las agresiones de otro adulto.
Parece que sólo sabemos sentirnos mal y, como lo repetimos
continuamente, nos resulta fácil caer en el espacio del lamento
constante, la frustración y el sufrimiento permanente. Es la misma
angustia quien retroalimenta la amargura y quien se queja de la
falta de cariño que su propia actitud mata. Así, el pozo cada vez es
más grande.
Es necesario iniciar un cambio, a ser posible, radical e inmediato.
El árbol que no da frutos puede sustituirse por otro que dé frutos o
que, por lo menos, adorne el entorno y reparta olor de felicidad y
pensamientos positivos. No es fácil iniciar un cambio drástico pero
en caso contrario cada vez nos hundimos más en la miseria de la
desgracia.
Hay que poner de relieve las ventajas del cambio y creer, a pies
juntillas, en nuestras capacidades de reconstrucción del edificio
caído y ruinoso. Para ello son imprescindibles el interés, la facul-
tad de vislumbrar el camino y lanzarse a la aventura. Es posible
que nos equivoquemos pero siempre tendremos la posibilidad de
introducir correctores e incluso modificar la actuación. Lo que sí es
seguro es que continuando por el mismo camino sólo se va a la per-
dición total y cuando se quiera cambiar ya no existirán las fuerzas y
la soltura intelectual suficientes para iniciar otros derroteros.
Saben cuál es el problema y por dónde puede venir la solución.
También saben que puede implicar un sufrimiento, un desgaste de
energías y un deterioro económico, pero merece la pena experi-
mentar el cambio. Porque sólo en el cambio está el crecimiento y la
posibilidad de salir del hoyo.
Antes que encerrarse en el círculo de
una vida de lamentos que no conducen a
crecer sino a amargarse más, resulta in-
teresante introducirse en una vía de pers-
pectivas y buscar la libertad de disfrutar de los dones que ofrece la
vida. ¿Qué puede pasar?
Hay que partir de la base de que no puede ir peor, pero en caso
de que así fuese, siempre cabe la posibilidad de desandar el camino
y volver al principio pero con la experiencia adquirida, con la acep-
tación del cambio de expectativas y con reacciones equilibradas.
En el libro de los Proverbios podemos leer: aplica tu mente a la
instrucción, y tu oído a las palabras de la experiencia. Por su parte,
el Eclesiastés dice: hay tiempo de destruir y tiempo de edificar,
tiempo de guerra y tiempo de paz.
Quizá, la verdadera sabiduría esté en dar el valor real y el tiempo
suficiente a cada vivencia, para disfrutarla en el espacio y el perio-
do que cada uno necesite. En esta corta vida.
Juan Pérez Cobacho
EDUCACIÓN y FUTURO
¿“GUERRA DEL PAN” EN MURCIA?
José Antonio Martínez-Abarca
CONTRA CASI TODO
“El amor adulto no soporta las
reacciones pueriles, las pataletas
y las agresiones de otro adulto”